para la maestra anciana que sintió un brazo fuerte tomarla para cruzar la calle y escuchó la voz que le decía: ¿La puedo ayudar señorita? y en esa voz reconocer al peor de la clase, al insolente, al indomable, al que la hizo llorar el día que le mostró orgulloso como había resuelto por primera vez la cuenta "de más"...
para la piba jovencita, novata, asustada, insegura, que al entrar al grado supo enseguida que nada era cierto, que esos no eran lo que le habían dicho, que esperaban ser vistos y reconocidos y ella, la que no sabe nada, los vió...
para el profe jubilado, sentado en casa, que no extraña porque el cansancio es mucho pero no duda cuando se dice a sí mismo, en silencio, sin que nadie lo sepa. "valió la pena"...
para el profe experto que abre grande los ojos cada vez que "sus" pibes lo sorprenden con cosas que no esperaba, con saberes que él no tiene, con miradas que perdió, con destrezas que a veces no reconoce, con sonrisas que solo "sus" pibes le ayudan a recuperar...
para el universitario docto y académico capaz de reirse hasta el dolor de estómago de las metidas de pata de sus alumnos mientras corrige y, más decidido que nunca, al día siguiente, serio y circunspecto, empieza diciendo. "vamos a ajustar algunas cosas..." y otra vez a enseñar, devenido más docente que nunca y renunciando al oficio de carnicero....
para los que han sido, son, serán Maestros...
para los heroicos silenciosos en una sociedad hipócrita que dice que le interesa la educación y miente, miente, miente....
para los que pelean todas las peleas...
para todos los docentes que saben que enseñar es abrir puertas, mostrar mundos, insistir en que la humanidad es posible y negarse a decir a otro que es lo que tiene que hacer y ser...
